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El encuentro de Mijal
Título: El encuentro de Mijal
Categoría: Cuento / Secundaria
Pseudónima: Alas rotas
Mijal era una niña que se sentía muy triste y sola. Sentía que todo en su vida se estaba desbordando. Sus papás se estaban divorciando y la casa ya no se sentía igual. Las peleas de siempre, el ambiente estaba tenso y ella no sabía con quién hablar. En la escuela, las cosas tampoco estaban bien. Se había peleado con sus amigas y ya casi no hablaban con ella. Aparte de todo eso, su novio estaba enojado con ella porque decía que no tenía tiempo para él.
Mijal se sentía tan sola que ni con estar con gene a su alrededor se sentía acompañada. En su corazón había un vacío enorme, un hoyo negro sin fondo que nadie llegaba a entender. Se miraba al espejo y pensaba que tal vez el problema era ella, que no era suficiente para nadie.
Un día, saliendo de la escuela, fue a caminar sin saber a dónde ir. No quería regresar a su casa. Caminó por el parque que estaba en frente te de su casa, con los audífonos puestos y viendo hacia el piso.
En una banca del parque vio a un señor como de 70 años. Era un hombre tranquilo, con una mirada buena. Aunque no lo conocía, sintió algo raro, como si él supiera todo lo que pasaba en su mente. Se sentó a lado de el, sin decir nada. Por un rato, los dos se quedaron callados, escuchando el sonido del aire, viendo los árboles, como si ese silencio la abrazara.
El Señor parecía que la entendía. Cuando Mijal finalmente se animó a hablar, él la escuchó con atención. Ella le contó todo lo que sentía, sus miedos, su tristeza, su soledad y la sensación de sentirse perdida y de que nada en su vida tenía sentido. El señor no la interrumpió, pero con su presencia le dio una calma que no había sentido hace mucho. Es raro que se te acerque una desconocida a contarte sobre sus problemas, pero es este caso fue diferente ya que parecía que el señor tenía algo que ninguna otra persona tenia, como un tipo de magia que hace que le puedas decir todo. Luego, con palabras simples, le hizo entender que las cosas difíciles no duran para siempre, que todos los corazones rotos pueden curarse y que la vida a veces se rompe un poco para enseñarnos a mirar dentro de nosotros.
Cuando Mijal levantó la mirada, el señor ya no estaba. Se había ido sin que ella se diera cuenta, como si el viento se lo hubiera llevado. Por un momento pensó que pudo haber sido un invento de su cabeza, pero se sentía diferente.
Esa noche, Mijal escribió en su diario. Escribió que se sentía muy sola, pero también escribió que quería cambiar eso y quería sentirse mejor. Que quería volver a encontrar lo que la hacía sentir viva.
Día a día, empezó a hacerlo. Empezó a hablar más con sus papás, a acercarse otra vez a sus amigas y a dedicarse tiempo a ella misma. No todo era perfecto, pero algo dentro de ella había despertado.
Y aunque nunca volvió a ver al señor del parque, Mijal siempre recordaba ese encuentro. Cada vez que se sentía triste o sola, pensaba en lo que lo que le dijo y en cómo, a veces, las personas llegan a nuestra vida justo cuando más las necesitamos.
