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El fin del mundo
Categoría: Secundaria
Género: Cuento
Título del trabajo: El fin del mundo
Seudónimo: Luna
Había una vez un mundo en un futuro distante, donde la humanidad utilizaba coches voladores, robots e inteligencia artificial muy avanzada. Un día, las máquinas se hartaron del trato que recibían y concluyeron que lo mejor era deshacerse de los humanos. En pocos días elaboraron un plan: ejecutarían su ataque durante la inauguración de los nuevos robots, cuando todo el mundo estuviera presente.
Aquel día marcó un cambio irreversible para la humanidad. El plan consistía en detonar una bomba atómica, pero los robots no consideraron que la explosión también los destruiría. Cuando la bomba estalló, los humanos y las máquinas desaparecieron… o eso parecía.
Solo sobrevivieron dos hermanos y su perro. El mayor, Alexander, tenía 13 años; su hermana Natalia, 11, y su perro se llamaba Max. Tras la explosión, el cielo se cubrió de nubes grises y el frío se volvió insoportable. Llovía con fuerza y los niños, asustados, esperaban encontrar a su familia, pero pasaron las semanas sin noticias.
Cuando el alimento comenzó a escasear, decidieron ir al supermercado más cercano. Tomaron algunas armas para protegerse y escondieron a Max antes de salir, por temor a que algo le sucediera. El silencio era total; no había una sola persona ni un solo ruido. Al llegar, llenaron sus mochilas con alimentos que pudieran durar: frutas, arroz, lentejas, garbanzos, pan, miel y varias botellas de agua. Antes de marcharse, recordaron que Max no podía comer lo mismo, así que buscaron comida para perro y algunos huesos.
Ya en casa, organizaron los víveres. Alexander se encargó del orden y Natalia de preparar la comida para las siguientes semanas. Después de cenar, lavaron los platos y jugaron un rato con Max para distraerse. Sin embargo, una semana después sus padres seguían sin regresar.
Decidieron entonces salir a buscarlos. Empacaron lo necesario para sobrevivir: comida, agua y armas. Al abandonar su casa, descubrieron un mundo completamente distinto: las plantas tenían colores nunca vistos —morado, azul, negro y rojo— y los árboles parecían de otro planeta. Tras caminar un rato, hallaron un río con peces y decidieron pasar la noche allí. Con hojas y ramas construyeron una pequeña cabaña e hicieron una fogata para asar bombones antes de dormir.
Al día siguiente, continuaron su camino. Se sorprendieron al encontrar una familia de criaturas extrañas: cuerpos de mono, colas de tigre y ojos de serpiente. Más adelante, liberaron un pájaro atrapado en una trampa; este parecía ser el único animal “normal”, lo que los hizo sospechar que algo muy grave había ocurrido con la Tierra.
Durante dos semanas exploraron lugares nuevos y descubrieron especies desconocidas: elefantes multicolor, zarigüeyas gigantes, cuervos con rugido de águila y ardillas blancas. Pero una mañana notaron que varios árboles habían desaparecido y escucharon ruidos cercanos. Al observar con atención, vieron un tigre de manchas coloridas y dientes de león. Cuando estaba a punto de atacar a Natalia, apareció su dueño, un joven llamado Leo, quien detuvo al animal.
Intrigados, los hermanos le preguntaron qué había pasado con el mundo. Leo les explicó que una bomba atómica había destruido la Tierra, alterando a los animales y acabando con casi toda la vida. Solo ellos habían sobrevivido. Les dijo también que debían llegar a una montaña protegida del desastre, pues el planeta desaparecería por completo en un mes.
Durante el viaje, vieron criaturas impresionantes: elefantes que lanzaban fuego por la trompa, aves luminosas y flores ardientes. Aquella noche, antes de dormir, Alexander y Natalia le preguntaron a Leo por qué ellos habían sobrevivido. El joven respondió que la bomba no los alcanzó. Sin darse cuenta, los tres se quedaron dormidos.
Pasaron los días caminando entre paisajes extraños. Purificaban el agua del río y compartían su escasa comida. El suelo comenzaba a desvanecerse, así que aceleraron el paso. Un grupo de monos furiosos los atacó lanzándoles ramas y frutas, pero lograron escapar y avanzar más de lo previsto. Más adelante, se adentraron en una selva repleta de arañas gigantes y animales venenosos. Alexander, que tenía fobia a las arañas, fue atacado por una, pero logró defenderse con su navaja. Natalia lo felicitó por haber enfrentado su miedo.
Al día siguiente fueron capturados por una tribu de humanos deformados que hablaban un idioma desconocido. Iban a sacrificarlos, pero aprovecharon un descuido para escapar montados en el tigre de Leo.
Cansada y sin fuerzas, Natalia se desmayó por deshidratación. Leo y Alexander la ayudaron hasta que se recuperó. Decidieron continuar de noche, con la esperanza de llegar antes de que el mundo desapareciera.
Finalmente, encontraron una cadena de montañas que debían cruzar. Cada una era más alta y difícil que la anterior. En una de ellas, Leo cayó en arenas movedizas, pero Alexander recordó cómo su padre le había enseñado a escapar y logró salvarlo.
Tras varios días de esfuerzo, llegaron a la montaña más grande, aquella que tocaba las nubes. Debajo, un lodo espeso hacía imposible retroceder. Para subir, colocaron un tronco a modo de puente. Natalia, temerosa de las alturas, dudó, pero Leo la animó a superarlo. Avanzaron con valentía, aunque agotados, y al caer la noche descansaron en una zona segura.
A la mañana siguiente, el suelo comenzó a temblar: la Tierra se desmoronaba. Corrieron hasta llegar a la cima, donde una nube sólida los esperaba. Leo ayudó a los niños a saltar, pero él quedó atrás. Con el impulso de Alexander, logró alcanzarlos justo antes de que todo desapareciera.
La nube los llevó hasta una nueva tierra, donde encontraron una sociedad que había sobrevivido. Desde entonces, Alexander, Natalia y Leo comenzaron a construir una nueva vida, decididos a no repetir los errores del pasado.
