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La memoria del mundo

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Germán De La Garza Estrada

Durante el verano de 1999, dos buscadores de antigüedades dedicados a recolectar municiones y minas enterradas en la zona boscosa del monte Mittelberg, a unos cuantos kilómetros de Nebra, en la región de Sajonia-Anhalt, en el Noreste de Alemania, descubrieron de manera accidental, con ayuda de sus detectores de metal, una pequeña placa de bronce de 32 centímetros de diámetro, ligeramente arqueada, que en su superficie contenía incrustaciones de oro que representan al Sol, a la Luna y al conjunto estelar de las Pléyades.

Junto a la placa de bronce encontraron dos espadas, dos hachas, varios brazaletes y un escoplo para tallar madera.

Hoy, a este hallazgo se le conoce como El disco celeste de Nebra o Escudo de Sangerhausen, y es la representación más antigua de la bóveda estelar de la que se tenga conocimiento. Su origen procede de alguna civilización prehistórica no identificada, y data de más de 1 600 años a. n. e. Hoy se encuentra en el Museo Estatal de la Prehistoria de Halle, Alemania.

En 2013, el gobierno de la República Federal de Alemania inscribió esta pieza arqueológica en el Registro Memoria del Mundo, un programa de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Tecnología, (UNESCO). Este programa, impulsado desde 1993 en la ciudad de Pultusk, Polonia, busca crear conciencia del valor cultural que tiene para las futuras generaciones el patrimonio documental de las naciones y de las civilizaciones antiguas.

Ante el riesgo de deterioro que corre este patrimonio de la humanidad debido a catástrofes naturales, guerras o conflictos sociales, la UNESCO, bajo la rectoría de un Comité Consultivo que ofrece a los gobiernos asesoría para la preservación, conservación, traslado y manejo de documentos antiguos, ha buscado preservarlo, invitando a las naciones del mundo a registrarlo en lo que hoy se conoce como Memoria del Mundo.

Integrado actualmente por más de 250 documentos históricos que pertenecen a más de cien países de los cinco continentes, la Memoria del Mundo cuenta hoy con documentos de valor científico, como el manuscrito autógrafo de Nicolás Copérnico, el llamado De revolutionibus libri sex (Polonia), o los Manuscritos medievales de medicina y farmacia (Azerbaiyán); documentos históricos como el Diario de Ana Frank (Países Bajos) o el manuscrito del Manifiesto del Partido Comunista y El Capital, de Carlos Marx (Alemania); documentos con valor cartográfico, como la Colección de mapas de Irán de la época Qajar, de 1193 (Irán) o el Atlas Geográfico del Reino de Georgia (Georgia) o de carácter antropológico, como la Colección Arthur Bernard Deacon, que contiene dibujos y notas originales de la expedición inglesa a las Islas Vanuatu, y en los cuales quedó registrada la lengua y relatos tradicionales de sus pobladores; documentos religiosos como los Evangelios de Arkángel de 1092 (Federación Rusa) o los Manuscritos Ahmed Yesevi (Kasajistán), místico de las órdenes sufíes de Oriente Medio.

En la Memoria del Mundo se encuentran también a resguardo manuscritos y partituras musicales originales de las obras de Chopin y Schubert, o estelas como la del Nahr al-Kalb, que compendia la historia completa de Líbano, desde la alta antigüedad hasta nuestros días, o códices como el del Marquesado de Oaxaca (México).

En suma, la Memoria del Mundo contiene actualmente un acervo de más de 250 documentos históricos distribuidos por el mundo entero, y hasta 2017 tenía cerca de 30 proyectos en proceso de evaluación para ser incluidos en el registro actual.

Desde las más antiguas pinturas rupestres de la costa Cantábrica, elaboradas por los neandertales hace más de 40 mil años, hasta la Sonda Espacial Voyager, que ya superó los límites del sistema solar y que lleva consigo grabaciones de los sonidos de la Tierra, saludos en idiomas como el nepalí o el urdu, así como una colección de música que incluye el Concierto de Brandeburgo número dos de Bach, el hombre ha buscado preservar su obra, transferirla a las generaciones futuras y trascender en el tiempo.

Hoy, la memoria documental de la humanidad, la memoria que registra la grandeza de sus civilizaciones pasadas, del saber y el arte acumulado por siglos, se encuentra a buen resguardo en la llamada Memoria del Mundo.