Mi Cuenta CDI

Tratados Mon-Almonte y Mclane- Ocampo para financiar la Guerra de los Tres Años o de Reforma

Centro Deportivo Israelita, A.C.

Capítulo III
//Diana Kuba
En el capítulo anterior se vio cómo se comportaron políticamente los partidos liberal y conservador para enfrentar a su adversario durante la Guerra de los Tres Años o de Reforma. Se describieron sus disensiones hacia su interior y se analizó la práctica política de la descalificación y la lucha de facciones durante el siglo XIX, que impedía la unidad para lograr un objetivo común y que actuaba como obstáculo para la estabilidad y desarrollo del país en diversos aspectos. En este artículo se expondrán los diferentes tratados que cada partido firmó a fin de adquirir dinero para financiar la guerra civil que estaba enfrentando.
Durante 1859 ningún contendiente lograba la victoria sobre el otro. La balanza de la guerra algunas veces favorecía a los conservadores, y otras, a los liberales. Por tanto, ambos partidos estaban exhaustos y necesitaban dinero para continuar con la lucha a fin de ganar a su adversario.
En septiembre de 1859, los conservadores firmaron el Tratado Mon-Almonte, con España entre el representante español Alejandro Mon y el hijo de José María Morelos y Pavón, Juan Nepomuceno Almonte, que luchaba en las filas conservadoras. A cambio de la ayuda financiera española, los conservadores se comprometieron a perseguir a unos delincuentes y a indemnizar a los españoles que residían en México, que habían sido víctimas de sus crímenes. Los términos de este tratado fueron muy vagos y no comprometieron para nada al territorio mexicano. Sin embargo, aparte de este tratado, el general Miguel Miramón se comprometió con un banquero suizo, Juan Bautista Jecker en un crédito de dudosa reputación por quince millones de pesos, de los cuales solo se recibieron 723,000 pesos que sirvieron para comprar uniformes y material para la guerra civil. Los bonos de esta deuda fueron reclamados por Francia, tiempo después, durante la Intervención francesa para implantar el Imperio de Maximiliano de Habsburgo.
En contraparte, los liberales firmaron en diciembre de 1859 el Tratado McLane-Ocampo, entre el representante de Estados Unidos, Robert H. McLane y Melchor Ocampo. Este tratado sí comprometía la soberanía nacional puesto que se permitía el libre tránsito de las tropas estadounidenses por el territorio nacional, después de once años de haberse perdido la mitad de este en favor de los estadounidenses. El libre tránsito se daría por todo el Istmo de Tehuantepec, de Guaymas a Nogales o a un lugar fronterizo entre México y Estados Unidos, y de Camargo y Matamoros hacia un lugar fronterizo del río Bravo.
Benito Juárez ratificó este tratado tan riesgoso para la soberanía del país. Sin embargo, esta ratificación se ha justificado bajo el argumento de que el representante de México en Estados Unidos le aconsejó al presidente Juárez que lo aprobara, puesto que tenía conocimiento de que el Senado de Estados Unidos lo rechazaría, debido a que los vientos de la Guerra de Secesión de los Estados Unidos, ya se veían venir. El Senado estadounidense quería evitar que los estados esclavistas se fortalecieran y por razones xenófobas no estaba interesado en una política expansionista que provocaría que ese país tuviera que absorber un buen monto de población mexicana, distinta a la anglosajona. En la realidad histórica, el Senado rechazó este tratado por sentirlo poco satisfactorio. No obstante, sí le dio el préstamo a Juárez.
Para 1860, la balanza de la guerra favoreció a los liberales. Al no haber fondos entre los conservadores para continuarla, era difícil enfrentar a los liberales que al menos recibían recursos de las aduanas de Veracruz, y que se hacían de dinero con la incautación de los bienes del clero. Sin dinero no podía haber guerra. Los conservadores fueron perdiendo una población tras otra. Nunca pudieron entrar a Veracruz y sacar al gobierno liberal de ese puerto que se había convertido en inexpugnable, a pesar de haberlo sitiado dos veces. El 22 de diciembre, el general conservador Miguel Miramón se fue hacia San Miguel Calpulalpan para enfrentarse al ejército del liberal, Jesús González Ortega, abogado zacatecano, convertido en general. En dos horas terminó la batalla con la victoria del ejército liberal. Miramón huyó al extranjero y los liberales ocuparon la capital tres días después.
Con ello, los liberales ganaron militarmente la guerra civil que para ellos fue la Guerra de Reforma, y los conservadores fueron vencidos en lo que para ellos fue la Guerra de los Tres Años. No obstante, estos últimos no estaban dispuestos a aceptar esta derrota y se jugaron una última baraja, que Edmundo O’Gorman la denomina: la búsqueda de un monarca europeo con el apoyo de la intervención armada. Es decir, trajeron a México a Maximiliano de Habsburgo para convertirlo en emperador con el apoyo de la intervención armada francesa, bajo auspicios del emperador francés, Luis Napoleón III.