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El renacer del Estado Islámico mientras su califato se desmorona

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Margaret Coker, Eric Schmitt y Rukmini Callimachi

Actualmente, el grupo Estado Islámico tiene entre 6 000 y 10 000 combatientes en Irak y Siria, según la coalición antiyihadista liderada por Estados Unidos. Eso representa entre ocho y catorce veces la cantidad que tenía en 2011.

“Esa es la comparación pertinente”, dijo Daniel L. Byman, un asociado sénior del Centro para las Políticas del Medio Oriente de la Institución Brooking y quien monitorea a los grupos yihadistas. “Este es un grupo muy fuerte que cuenta con muchos simpatizantes, que tienen ideas bien arraigadas y varias redes. Tienen mucho a qué recurrir aunque pierda su territorio físico”.

El grupo también ha desarrollado una poderosa red en los medios sociales que le permite, sin presencia física, lanzar propaganda, reivindicar ataques terroristas y no solo motivar ataques, sino ayudar en su planeación y ejecución de manera remota.

Gran parte de sus ataques en Occidente en los últimos años han sido realizados por hombres que se comunicaban en línea con el Estado Islámico, que recibían instrucciones detalladas mediante mensajes encriptados sin conocer jamás a sus mentores terroristas.

Así fue dirigido el primer ataque importante en Estados Unidos cuya responsabilidad se atribuyó el Estado Islámico –un tiroteo frustrado en un centro comunitario en Texas en 2015–, de acuerdo con una evaluación reciente de la oficina de inteligencia y análisis del Departamento de Seguridad Nacional. El Estado Islámico también puede tener agentes encubiertos o células durmientes fuera del Medio Oriente. Funcionarios estadounidenses de alto nivel dijeron el año pasado que el grupo había enviado a cientos de agentes a Europa y otros cientos más a Turquía.

Además, el grupo ha seguido sembrando el caos aunque haya perdido territorio. Tan solo en 2017 ha reivindicado tres ataques terroristas que mataron a 37 personas en el Reino Unido; un bombardeo en un club nocturno en Estambul en la víspera del Año Nuevo, donde murieron 39 personas, y ataques en más de otros siete países.

En agosto, cuando el grupo estaba cerca de perder el control de Mosul, la segunda ciudad más grande de Irak, personas vinculadas al grupo atropellaron a una multitud con una camioneta en el corazón de Barcelona; trece personas fueron asesinadas y el grupo dejó claro que todavía tiene relevancia.

También es prematuro asegurar que el Estado Islámico se está quedando sin territorio. Aunque su presencia en Irak y Siria se ha encogido, aún controla cerca de 10 000 kilómetros cuadrados a lo largo del valle del río Éufrates, en ambos lados de la frontera siria-iraquí. Comandantes de los ejércitos estadounidense e iraquí creen que los líderes principales del grupo están escondidos en zonas desérticas a lo largo de la frontera.

Al mismo tiempo, hay ramas del Estado Islámico en África del Norte y Asia que todavía coordinan operativos, y los campos del grupo en el este de Afganistán siguen básicamente intactos, a pesar de ataques aéreos por parte de Estados Unidos.

Algunas zonas que previamente se habían declarado liberadas han visto un retorno de combatientes del Estado Islámico. Los militantes publicaron hace poco un video que los muestra a cargo de un puesto de control en una zona de Libia de la que el grupo había sido expulsado a finales de 2016; se trataba de un territorio con una extensión de 160 kilómetros de costa. Asimismo, el grupo sigue creciendo en otros rincones del mundo lejos de sus raíces en el Medio Oriente, incluyendo Filipinas, donde un grupo afiliado local tomó el control de la ciudad de Marawi durante meses, así como en África Occidental, donde los militantes siguen aumentando sus filas e invadiendo zonas antes en manos de Al Qaeda.

Y en caso de que el Estado Islámico sí tenga un declive, otras organizaciones yihadistas están listas para ocupar el vacío que eso dejaría.

Al Qaeda, cuyo atractivo ante los combatientes jóvenes fue en gran parte eclipsado por el nuevo y tecnológico califato del Estado Islámico, compite por regresar.

“La razón por la que el Estado Islámico ganó muchos seguidores rápidamente fue que atrajo a los impulsivos, los que buscan gratificación inmediata”, dijo Bill Roggio, miembro destacado de la Fundación para la Defensa de las Democracias, que monitorea a grupos terroristas. “Ese modelo de califato ha desaparecido, pero queda Al Qaeda”.

Ese viejo grupo ha estado invitando a sus seguidores a dejar el enfoque del Estado Islámico de proteger campos de batalla en el Medio Oriente, y a concentrarse en su lugar en ataques a Estados Unidos y otras tierras fuera de la región.

También ha estado promoviendo a un nuevo líder más joven y carismático: Hamza bin Laden, de 27 años, el hijo de Osama.

Fuente: New York Times