Siempre pasa…

Siempre pasa…
Secundaria
Alma rota

Nunca pensé que una tarde aburrida en la librería pudiera volverse tan rara. Estaba viendo libros como si fueran tesoros secretos, cuando de repente choqué con alguien.

¡Ay, perdón! dije, recogiendo un libro que se me había caído.

No, tranquila yo también estaba distraído respondió él, sonriendo. Y juro que su sonrisa tenía algo que me dejó medio tonta.

Soy Sophia dije, mientras él me daba la mano.

Alex respondió.

Y bueno ahí fue cuando mi corazón se aceleró. Afuera llovía y el sonido de la lluvia hacía todo más tenso. No sé por qué, pero me dio ganas de quedarme ahí para siempre.

¿Vienes mucho por acá? preguntó Alex.

No mucho solo cuando quiero olvidarme de todo un rato, le contesté, intentando sonar normal y no como si estuviera nerviosa.

Perfecto dijo él, sonriendo. Entonces esto será nuestro lugar secreto.

Me reí, aunque en realidad quería quedarme ahí para siempre. Nunca había conocido a alguien que hiciera que todo se sintiera diferente con solo mirarme.

Y así, entre libros caídos, lluvia y miradas que duraban demasiado, empezó algo que no sé cómo va a terminar pero que tampoco quiero que termine pronto.

Al día siguiente, no podía dejar de pensar en Alex. Cada vez que cerraba los ojos aparecía su sonrisa, sus ojos y hasta la forma en que recogía los libros. Qué raro pensé. Ni siquiera sé si le gusto, y ya estoy enamoradísima.

Justo cuando estaba revisando Instagram, mi teléfono sonó. Era un mensaje de un número que no tenía guardado:

Hola, soy Alex ¿te molesta que te mande un mensaje?

Mi corazón dio un salto. Obviamente no me molestaba, pero me costó un segundo contestar porque no sabía qué decir sin sonar demasiado desesperada.

Claro, no molesta escribí finalmente, tratando de sonar casual.

Y él respondió casi al instante:

Qué bueno Ayer fue raro, ¿no? Chocarnos, así como en las películas.

Sí… muy raro, escribí, riéndome sola.

“Jajaja, sí Oye, ¿te gustaría venir a la librería otra vez esta semana? Podríamos… buscar libros juntos o algo así.”

No podía creerlo. ¡Él me estaba invitando! Quise gritar de emoción, pero en vez de eso solo escribí:

Me encantaría

Ahí terminé, mirando el chat con una sonrisa enorme. No sabía qué iba a pasar, ni si esto iba a ser algo enorme o solo un par de encuentros incómodos. Pero estaba emocionada… y eso era suficiente por ahora.

Porque, aunque tuviera mil dudas, algo me decía que Alex iba a cambiar muchas cosas en mi vida. Y yo… estaba más que lista para dejarlo hacer.

El miércoles por la tarde estaba súper aburrida, revisando mis redes, cuando recordé que hoy era el día de ir a la librería con Alex. Mi corazón empezó a latir rapidísimo solo de pensarlo. Respira, Sophia… solo es un chico… dije, aunque mi estómago no parecía estar de acuerdo.

Cuando llegué, Alex ya estaba ahí, sentado en la sección de novelas, mirando un libro como si fuera lo más interesante del mundo. Me miró y sonrió. Esa sonrisa de verdad, podía derretir a cualquiera.

¡Hola! dijo, levantando la mano. Llegaste justo a tiempo.

Hola… sí, justo a tiempo para ver cómo te pierdes entre libros otra vez respondí, tratando de sonar divertida, aunque me temblaban un poco las manos.

Nos pusimos a caminar entre los pasillos, comentando sobre los libros que nos gustaban. Yo estaba concentrada en no tropezar con mis propios pies, y él… bueno, él parecía concentrado en cada palabra que decía yo.

Pasamos un par de horas entre libros, risas tontas y comentarios raros sobre historias que nos gustaban. Cuando salió el sol y la librería empezó a vaciarse, Alex me acompañó a la salida.

¿Nos vemos mañana? preguntó, como si no fuera la cosa más importante del mundo, pero yo sentía que el hombre más guapo me invitara a salir

Sí… me encantaría dije, sonriendo como una tonta.

Y mientras caminaba a mi casa, con la mochila más ligera y el corazón más pesado de emoción, pensé: Esto no es normal, estoy empezando a sentir algo por él. Y no quiero que esto termine nunca.

Al día siguiente me desperté con una sonrisa tonta. No sé si fue por el sueño o porque todavía tenía en la cabeza la voz de Alex diciendo “¿Nos vemos mañana?”.
Me quedé un rato mirando el techo, pensando en lo raro que era que alguien pudiera aparecer así de repente y desordenarte todo.

Habían pasado solo unas semanas desde que conocí a Alex, pero sentía como si lo conociera de toda la vida. Cada mensaje, cada risa, cada mirada en silencio… todo se había vuelto parte de mis días.

Ese sábado quedamos de vernos de nuevo en la librería, “nuestro lugar secreto”, como él decía. Fui un poco antes, y mientras caminaba entre los pasillos, me di cuenta de cuánto había cambiado todo desde la primera vez que chocamos.

De repente lo vi. Estaba sentado en la misma mesa del fondo, con dos cafés. Sonrió al verme.
Llegaste justo a tiempo, como siempre ,dijo.
No podía hacerte esperar ,respondí, sonriendo también.

Nos quedamos un rato hablando, riendo de todo y de nada. Pero había algo distinto. No sé, el aire se sentía más… serio.
Hasta que él suspiró y bajó un poco la mirada.

Sophia… tengo que decirte algo.

Mi corazón empezó a latir más rápido. ¿Qué pasa?

Me voy, dijo despacio. Mi familia se muda la próxima semana.

Sentí un vacío en el estómago, como si me hubieran quitado el aire.
¿Qué? ¿Cómo? pregunté, intentando no sonar tan triste.
No lo planeamos, es por el trabajo de mi papá. Te juro que no quería irme sin decírtelo. No supe qué decir. Solo lo miré, y en sus ojos vi la misma mezcla de tristeza y cariño que sentía yo.

Nos quedamos así un momento, quietos, como si el tiempo nos diera un pequeño regalo antes de separarnos.

Después, nos despedimos con un abrazo largo. De esos que no dicen “adiós”, sino “nos vemos algún día”.

Cuando salí de la librería, la lluvia caía suave, y aunque tenía el corazón apretado, también sentía algo bonito. Porque a veces, las mejores historias no necesitan durar para ser especiales.

Y aunque no sé si volveré a ver a Alex, sé que cada vez que huela café o escuche llover, voy a recordarlo. Porque hay personas que llegan solo por un rato…
pero te cambian para siempre.