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Blanca nieves sobrevivió a Auschwitz (segunda parte)

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Aarón y Esther Cohen

Poco después, Dina fue seleccionada para trabajar en el Departamento de Agricultura del gueto. Ella se encargaba de recolectar las frutas de los huertos para los SS. Pero claro que, se las ingeniaba para esconder algo de fruta entre sus ropas para compartirla con su mamá y sus compañeras de barraca. Un día, cuando llevaba una gran cantidad de fruta robada, un capo, sospechando de ella, le pidió que regresara, se sentara y se parara varias veces sobre un banco. Toda la fruta se aplastó y cuando llegó a la barraca y quiso sacarla de entre la ropa se dio cuenta que estaba completamente aplastada, ante la frustración y las risas de sus compañeras.

Todo esto continuó hasta principios de septiembre de 1943. Los transportes hacia el Este, hacían ese destino desconocido, continuaban sin cesar. Dina se enteró de que su madre había sido seleccionada para partir el día 7 del mes. Con ese espíritu indómito que le caracterizaba, se presentó ante las autoridades del gueto y pidió ser incluida en el transporte junto a su madre. Era un cargamento inusualmente grande. Más de 5 000 personas, con familias completas que incluían a hombres, mujeres, niños y ancianos, iban en ese transporte a un destino totalmente incierto. Fredy Hirsch también estaba considerado en la lista.

La última pasajera que abordó el tren fue Dina, ya que tardó algún tiempo para que las autoridades le dieran el permiso y le permitieran subir al tren.

El viaje duró tres días y tres noches. Las condiciones dentro del vagón de ganado donde fueron apiñadas eran muy difíciles. Solo había una cubeta en una esquina para que las personas hicieran sus necesidades. Muchos morían debido al amontonamiento. La falta de aire era insoportable. El tren solo viajaba de noche y se detenía durante el día.
Así llegaron a Auschwitz-Birkenau; el preludio del infierno. Llegaron de noche y fueron bajados a gritos, golpes y empujones todos los prisioneros de los vagones. Los ladridos de los perros doberman llenaban la noche. Estaban rodeados por guardias de la SS fuertemente armados que no cesaban de dar órdenes. Separaron a los hombres, de las mujeres y los niños. Les dieron un baño de desinfección, los registraron y tatuaron un número en sus brazos. En sus tarjetas de registro venía escrita la leyenda "6 SB Sonderbehandlung, o tratamiento especial".

Lo extraño es que no hicieron el procedimiento normal que hacían con los prisioneros judíos que llegaban al campo. Este consistía en hacer una selección de los que los nazis consideraban aptos para el trabajo. A estos se les rapaba, tatuaba y se les proporcionaba el uniforme de rayas. Todos los demás, niños, ancianos y mujeres eran enviados directamente a las cámaras de gas.

A este grupo de judíos checos extrañamente se les permitió conservar su pelo y sus ropas de civiles. En medio de la noche marcharon después hacía el campo familiar BIIb. Ahí se les alojó en las barracas. Las mujeres y los niños en un lado y los hombres en otro.

Dina se alojó junto con su madre, Johana. El coraje y la fuerza de voluntad de esta muchacha de 20 años lograron que no las separaran y que compartieran el mismo destino.

Al principio era un caos el lugar. Pero poco a poco la gente del ‘familienlager’ trató de acomodarse a la nueva situación. Las condiciones de vida eran muy difíciles. Los hombres eran enviados a trabajos forzados, mientras que las mujeres y niños permanecían en el campo. Los niños corrían por todos lados sin control. Las enfermedades, el hacinamiento y la malnutrición cobraban sus primeras víctimas.

En estos momentos surge de nuevo la figura de Fredy Hirsch. Pidió a las autoridades del campo y en especial al Dr. Mengele, que le permitieran hacer una barraca especial para los niños. Increíblemente estos aceptaron y le otorgaron la barraca 31.

Inmediatamente Fredy se dio a la tarea de organizar el bloque. Reclutó a madrijim (maestros) y cuidadoras para entretener y educar a los chamacos. Llamó a Dina al bloque y le preguntó si podía pintar un mural en esa gran pared. Ella le contestó que si él conseguía los materiales lo haría. Al día siguiente Fredy llegó con las pinturas y con todo lo necesario. Dina se dio a la tarea inmediatamente. Primero pintó el fondo de un paisaje verde con vacas, y después un barandal estilo chalet suizo. Los niños del bloque, intrigados por lo que Dina estaba pintando, se fueron acercando poco a poco. De pronto ella volteó a ver a los muchachitos y les preguntó: ¿Qué quieren que pinte dentro de este paisaje? Y todos al unísono le contestaron: “Blancanieves y los siete enanos”.

Los astros del universo se volvían a alinear para que Blancanieves continuara persiguiendo el destino de Dina.

A los pocos días de haber terminado el mural, un oficial de las SS entró al bloque de los niños y vio el mural. Preguntó a los maestros que quien había pintado esa pared. Ellos le dijeron que Dina Gottlieb e inmediatamente la mandó llamar. Dina atemorizada se presentó ante el temible oficial. Este la subió en la jeep para llevársela a otro lugar. En el camino Dina iba pensando que había llegado la hora de su muerte... Al poco tiempo, llegaron al campamento familiar de los gitanos. Ahí le ordenaron entrar a una barraca. Ella muerta de miedo obedecía sin la menor objeción. Dentro fue presentada ante el temible “Dr. Muerte”, Joseph Mengele, el famoso doctor que realizaba brutales experimentos pseudocientíficos con los prisioneros de Auschwitz-Birkenau para reforzar las teorías raciales nazis. Mengele había estado tomando fotografías de algunos de los 13 000 internos gitanos del campo, como parte de su esfuerzo por encontrar evidencia científica de que los no arios eran genéticamente inferiores. No estaba satisfecho con la calidad de las fotografías que tomaban de los gitanos, ni lograba capturar los tonos de piel de los fotografiados, que según él, demostraban su inferioridad racial. En esos tiempos la fotografía a color apenas comenzaba y era muy imperfecta.

Necesitaba a una artista que reprodujera los tonos de piel reales. Le preguntó a Dina si ella era capaz de hacer unos retratos de los gitanos con los colores de piel lo más fiel posible. Si ella trabajaba para él, le salvaría la vida. Ella le contestó que lo intentaría. Él inmediatamente le consiguió un juego de acuarelas. Dina, en un arrebato de valentía y de coraje pocas veces visto en estas situaciones y arriesgándose a ser fusilada inmediatamente, le exigió al “Dr. Muerte”, que si no salvaba la vida de su madre también, ella se suicidaría lanzándose a las alambradas electrificadas y no trabajaría para él. Mengele, un poco sorprendido por el atrevimiento de Dina, le preguntó qué cuál era el número de su madre. Ella le contestó que no lo sabía, pero que su madre se llamaba Johanna Schawl.

Así empezó a trabajar en la barraca de los gitanos, haciendo retratos de niños, mujeres, jóvenes y adultos con una calidad y detalle sobresalientes. Realizó once retratos, los cuales Mengele pensaba incluir en un libro sobre las teorías raciales.

Continuará...

Blanca nieves sobrevivió a Auschwitz (primera parte)