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Los deseos autonomistas antes de la independencia (Segunda parte)

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

Los que defendían la idea de que la soberanía recaía en la nación consideraban que la soberanía total del mundo y universo pertenecía a D-os, D-os se la había delegado al pueblo o a la nación y esta, finalmente se la delegó al rey para convertirse en su súbdito. Al ausentarse el rey, nuevamente el pueblo retomaba legítimamente la soberanía que le correspondía. Era un tipo de soberanía mediada por la nación, que en caso de falta de rey, jurídicamente podía organizarse en juntas, y gobernar al Estado. El deseo de este sector era lograr en forma pacífica una mayor autonomía política y económica de España, más no independizarse.

El problema se dio en la diferencia que hubo entre los grupos altos y los sectores medios criollos al definir el concepto de “nación”. Para la élite criolla, nación era un ente constituido por los propietarios, los hacendados, mineros, comerciantes, industriales, alto clero, la Real Audiencia e incluso el virrey, por ende, la soberanía debía recaer en estos grupos socioeconómicos. Para los sectores medios, la verdadera representación de la nación residía en los ayuntamientos que habían sido las primeras autoridades de la Nueva España, los cuales estaban ocupados por abogados, letrados y representantes de las clases medias. Con esta definición, estos grupos intentaban acceder al poder político de la alta burocracia que había sido vedado a los criollos durante la época virreinal. Por lo tanto, le propusieron al virrey que convocara a un “congreso” o “junta” para que gobernara al país durante la ausencia del monarca, para que ellos tuvieran la oportunidad de gobernar.

Todo esto alarmó al grupo formado principalmente por peninsulares dueños del comercio y la minería, quienes deseaban preservar la sujeción de España, sin ningún cambio. Ellos veían en estas ideas autonomistas, que la “colonia” novohispana se les estaba yendo de las manos. Por consiguiente, el 15 de septiembre de 1808 dieron un golpe de Estado, apresaron al virrey que había apoyado las ideas autonomistas y a los representantes de los sectores criollos, quienes las habían manifestado. En lugar del virrey Iturrigaray impusieron a otro y manifestaron que esperarían al virrey que las juntas de España enviasen.

Ante esta represión, los sectores criollos tanto altos como medios se sintieron agredidos por ver frenadas sus ideas autonomistas y argumentaron que el gobierno de la Ciudad de México, y por ende, de la Nueva España, era ilegítimo. Por ello, de 1808 a 1810 se organizaron conspiraciones de estos criollos americanos que solo buscaban una reforma política que les diera más autonomía política y económica, con el fin de formar una “junta” y derrocar al gobierno ilegítimo, que se había impuesto en la Ciudad de México y gobernaba a la Nueva España. Una de estas conspiraciones sería la de Querétaro donde participaba el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla, que se verá en el siguiente capítulo.

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