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La República Central. Tercera parte y última de este periodo

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

Los primeros años de 1842 a 1844 de la segunda etapa de la República Central estuvieron dominados por Antonio López de Santa Anna, quien gobernó como un dictador disfrazado de presidente, presente y ausente la mayor parte del tiempo, con alguien que se dedicara del poder ejecutivo y lo administrara. Santa Anna era bueno para hacerse del poder, pero no para asentarse en él y administrar el gobierno. Se caracterizaba por ideas muy vagas sobre independencia y libertad. No se comprometía totalmente con las vertientes de Federalismo, Centralismo, anticlericalismo o pro iglesia, libre comercio o proteccionismo. Sabía manejar muy bien los hilos y cómo dar las maromas políticas en los momentos oportunos. Además, sabía crear un gran culto a su personalidad. Lo interesante por investigar es por qué y cómo la élite política y la sociedad se lo permitían, además que lo alentaban a tomar el poder una y otra vez.

Sin embargo, Santa Anna no era el único que ambicionaba el poder, había otros militares que también lo deseaban y competían con él por obtenerlo.

En 1843 entran en vigor las Bases de Organización Política de la República Mexicana de corte centralista. Este estatuto salvaguardaba la religión católica como única y los fueros del clero y el ejército, e intentaba adjudicarse el derecho de Patronato Real, que implicaba tener un gran control político sobre la Iglesia mexicana. Para esta época, la preocupación de los legisladores era conseguir un corpus legal para lo que serían las garantías individuales y proteger al ciudadano de los abusos del poder estatal. Así fue como se configuraron las leyes de amparo por Mariano Otero y Manuel Crescencio Rejón.

Aunque Santa Anna gobernó sin sujeción a las Bases Orgánicas, trató de poner orden en la Hacienda Pública, por lo que se multiplicaron las contribuciones, aumentaron los impuestos, se decretaron préstamos forzosos y se vendieron bienes del clero. Santa Anna se traía al clero en jaque, porque lo había protegido de las reformas de 1833; así cuando necesitaba dinero, le pedía a la Iglesia un gran monto, el cual se renegociaba, y le prestaban algo, lo que implicaba vender parte de sus bienes. De hecho, los mayores contribuyentes de los préstamos forzosos eran los conventos y monasterios.

Uno de los temas a investigar en la primera mitad del siglo XIX es la relación del poder legislativo con el ejecutivo, donde el primero formado generalmente por civiles, ponía resistencias al poder ejecutivo, generalmente ocupado por militares. Habría que rescatar la pericia y valor de esos hombres que se enfrentaron a los distintos ejecutivos, dueños de las armas a fin de que no concurrieran en desmanes políticos y en un exceso del poder arbitrario. Una de estas historias de esta reafirmación frente al ejecutivo está representada por el Congreso de 1844, quien se enfrentó firmemente a Santa Anna.

Santa Anna en su deseo de reconquistar Texas, deseaba aumentar los impuestos en todos los departamentos y reclutar gente para el ejército, lo que implicaba un gasto oneroso a la nación. Por esta razón, el Congreso le puso un freno y le dijo que tales propuestas, solo le correspondían al poder legislativo. Asimismo, le exigieron una rendición de cuentas de todo lo que había recaudado durante su gestión y en qué se había utilizado.

El Congreso inició una campaña en su contra, aprovechando la desesperación generalizada de la gente, de los ‘hombres de bien’ y el resentimiento popular, para pedirle a sus ministros comparecer ante el legislativo a rendir cuentas, aunque estos no quisieron contestar las preguntas planteadas por los congresistas. Santa Anna mandó clausurar el Congreso, pero este no se intimidó, le planteó que el ejecutivo no tenía facultades para suspenderlo, que las atribuciones que se estaba arrogando eran anticonstitucionales e ilegales, y que este seguiría sesionando. Desconocieron los gobiernos de quienes sustituían a Santa Anna y lograron que varias corporaciones lo apoyaran. Finalmente se dio una insurrección el 6 de diciembre de 1844 en Guadalajara, con lo que se logró su destitución y destierro temporal a Cuba.

En 1845, los moderados quedaron en el Congreso con José Joaquín Herrera como presidente. Se caracterizó por ser un gobierno de conciliación entre los centralistas y federalistas e intentó firmar un tratado de reconocimiento de Texas a condición que no se uniera a los Estados Unidos, cuestión que fracasó, y en parte, provocó su caída1.
Este gobierno duró escasos once meses ante el pronunciamiento del general Mariano Paredes y Arrillaga, de Guadalajara, quien gobernó de 1846 a 1847. Su gobierno se caracterizó por representar en el Congreso únicamente a las clases propietarias, productivas, al clero y el ejército. Puso cotos a la participación popular y restringió la ciudadanía a gente propietaria para establecer la ley y el orden. Durante su gestión los monárquicos se organizaron veladamente para buscar un candidato europeo para ocupar el trono de México. Lo que deseaban era transitar de un gobierno dictatorial hacia uno monárquico.

El gobierno de Paredes y Arrillaga tampoco pasó la prueba de la duración. Como todos los gobiernos anteriores que estaba en bancarrota, acudió a la Iglesia para conseguir financiamiento para pagar las deudas del erario. En plena declaración y preparación de la guerra contra Estados Unidos, los federalistas se unieron para quitarlo del poder ejecutivo y poner en vigencia la Constitución de 1824.

En los siguientes capítulos se verá la estrategia financiera de los federalistas y anticlericales para enfrentar la guerra contra Estados Unidos entre 1847 y 1848, y cómo se inició esta desde la independencia de Texas, en 1836.

1El tratado de reconocimiento del Estado de Texas se intentó hacer para mayo de 1845. Sin embargo, para estas fechas Estados Unidos ya había aceptado la anexión de Texas a la Unión Americana, sin conocimiento de México. Se cree que si este tratado se hubiera podido realizar, probablemente se hubiera protegido la pérdida de los territorios de Arizona, Nuevo México, Nevada y la Alta California, después de la derrota por Estados Unidos en 1848.

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Inicios de la primeras República Federal (Cuarta parte de cinco)

Inicios de la primeras República Federal (Tercera parte de cinco)

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Dificultades en los inicios de la vida Independiente Mexicana (segunda parte)

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