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La República Central. Segunda parte

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

En la primera parte de la República Central se habló sobre las generalidades políticas que hubo durante este periodo. La segunda parte tratará de lo que sucedió en el primer periodo de esta época hasta 1842.

En 1836, el primer presidente de la República Central fue el general Anastasio Bustamante, cuya gestión duraría ocho años con capacidad a reelección, lo que no pudo terminar. Apenas duró entre cinco y seis años, constantemente con pronunciamientos por parte de los federalistas, por lo que tenía que interrumpir su gobierno, dejar al presidente del Consejo como sustituto, para apaciguar las rebeliones. Hay que recordar que en el estatuto constitucional de las Siete Leyes no estaba contemplado un vicepresidente, por lo que ante la ausencia del presidente, quien lo sustituía era el presidente del Consejo.

El primer estado que se sublevó ante el Centralismo fue Zacatecas, que era el que tenía la milicia cívica más fuerte. Antonio López de Santa Anna lo reprimió y como castigo, se le dividió formando con parte de su territorio, el departamento de Aguascalientes. Yucatán se separó de la República Central y se gobernó hasta 1841 autónomamente. Con Texas, región que pertenecía al estado de Coahuila, colonizada primero por 300 colonos norteamericanos y después poblada por inmigrantes ilegales, algunos pioneros, y otros, aventureros y prófugos estadounidenses, no se corrió la misma suerte. Esta se separó y logró su independencia inmediatamente en 1836.

El gobierno de la primera etapa de la República Central estuvo formado por gente apegada a la tradición hispánica como Francisco Sánchez de Tagle, Carlos María Bustamante, Lucas Alamán como asesor consejero y por federalistas y anticlericales moderados como Manuel Gómez Pedraza, Mariano Otero, Ignacio Comonfort, José María Lafragua, por lo que hubo relaciones estables con la Iglesia. El Vaticano reconoció la independencia mexicana en 1836, junto con España después de la muerte de Fernando VII.

Ya para esta época, los distintos gobiernos independientes no habían sido capaces de pagar los réditos y capitales que se habían pedido prestados del extranjero desde 1824, especialmente a Gran Bretaña, por lo que México había perdido crédito del exterior. Por consiguiente, para que el gobierno pudiera salir de sus constantes apuros económicos, surgieron nuevas fuentes de financiamiento, tales como, los agiotistas y especuladores provenientes de los ricos empresarios y hombres emprendedores mexicanos, que se aprovecharon de la debilidad económica del gobierno, y que llegaron a cobrar intereses exorbitantes a corto plazo. Asimismo, se acudió a la Iglesia -que había sido tradicionalmente una institución financiera, y de la cual se creía que tenía acumuladas grandes riquezas- para pedirle préstamos forzosos, que se cobrarían a bajos réditos, si es que algún día se le podrían pagar los capitales erogados.

Ante la constante inestabilidad de la República Central por las resistencias federalistas, en 1840 José María Gutiérrez de Estrada, un hombre que había viajado mucho por Europa, de fama federalista, escribió una carta pública al presidente Bustamante, proponiéndole para el país la monarquía con príncipe extranjero, a fin de conseguir una alianza con una potencia europea del exterior que apoyara a México para recuperar a Texas y enfrentar a las ambiciones estadounidenses sobre el territorio mexicano. Según él, el monarca sería el árbitro entre todas las fuerzas disidentes en el país para ponerlas en orden. La opinión pública rechazó furiosa esta propuesta y Gutiérrez de Estrada tuvo que abandonar el país al cual nunca volvió, pero se impuso la misión de buscar en Europa un candidato para la monarquía en México. El candidato que encontró veinte años después, con los monarquistas de esa época, fue Fernando Maximiliano de Habsburgo.

Finalmente, entre 1841 y 1842, se desataron nuevos levantamientos para obligar al Centralismo a retomar el Federalismo. Los departamentos se quejaban por su pauperización en comparación al lujoso crecimiento de la Ciudad de México. El descontento se debió a que se habían subido los impuestos en todos los rubros, lo que afectó a los productores y comerciantes. Tampoco se lograron las reformas que habían prometido los ‘hombres de bien o del orden’ en la administración de justicia. Esta seguía corrompida y caótica. En educación, las cosas se habían estancado y poca gente tenía acceso a ella. Además, el Supremo Poder Conservador no podía conciliar intereses entre los distintos poderes, por el contrario, los bloqueaba arrogándose facultades que no le correspondían. Por tanto, Anastasio Bustamante y su ministerio se vieron precisados a dimitir.

En 1842 se convocó a otro Congreso Constituyente que preparó dos proyectos de corte federal, pero ni los federalistas y anticlericales moderados, ni los radicales se pudieron poner de acuerdo y unirse para realizarlos, por lo que Santa Anna se hizo del poder, gobernando como dictador. Por esta razón, obligó a una Junta Legislativa a expedir las Bases Orgánicas, que intentaban corregir los errores de las Siete Leyes, continuando con el Centralismo hasta 1847. En el siguiente capítulo se terminará con la segunda etapa de la República Central.

Notas:
1) La independencia de Texas y la guerra contra Estados Unidos se verán en otro apartado. Por ahora es importante recordar que esta región se separó del país, porque se cambió del sistema Federal al Central, lo que provocó una guerra donde fue capaz de independizarse.

2) En la historia oficial se habla muy poco de la facción moderada federalista y anticlerical, que se oponía a los federalistas y anticlericales radicales como un partido aparte, que si bien, estaban de acuerdo con sus ideas, diferían en la forma de realizarlas, ya que pretextaban que México no estaba aún preparado para debilitar al clero mexicano de la manera que se había intentado entre 1833 y 1834.

3) Efectivamente, la Iglesia había sido la institución que mejor había podido enfrentar los embates económicos después de la independencia. Aunque era una corporación rica, en el imaginario colectivo había la idea que era riquísima, por lo que los cálculos de sus haberes eran exagerados. Si bien, fue atacada en todo sentido -político, económico, social y cultural- por los anticlericales radicales, no quiere decir, que los gobiernos proclericales, no hayan recurrido a ella a obligarla a que les prestara dinero, máxime que se sentía amenazada, de que si no los ayudaba, le iría peor si estos caían y entraban los que estaban dispuestos a desamortizar o nacionalizar sus bienes y quitarle sus fueros

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