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¿Un México agrícola o industrial? Pregunta crucial del siglo XIX

Centro Deportivo Israelita, A.C.

//Diana Kuba

En el artículo anterior, se abordó la situación económica del país después de la Independencia y se dijo que, para sacar adelante al país, los ideólogos se apoyaron en dos corrientes económicas, que persisten hasta nuestros días con otros encuadramientos: liberalismo o proteccionismo económicos.

El liberalismo económico o librecambismo, se basó principalmente en el desarrollo de la agricultura y el libre comercio de productos a precios bajos. Tenía cierta vinculación con la necesidad de dividir la concentración de la propiedad entre las mayorías campesinas e indias de la sociedad mexicana. Como esta corriente no podía intervenir en la propiedad privada de las haciendas agrícolas -ya fueran mayorazgos, ranchos o latifundios- porque este tipo de propiedad se consideraba intocable e inviolable, la propiedad a repartir se orientó a las propiedades corporativas, tales como: los bienes de manos muertas que poseía la Iglesia, las tierras que pertenecían a las cofradías (asociaciones mutualistas de artesanos), que si bien estaban vinculadas a un santo, no pertenecían al clero, y a las tierras de lascomunidades indígenas, cuya organización social había quedado intacta durante el gobierno virreinal de la Corona Española.

El objetivo de que el Estado interviniera en estas propiedades traía consigo el ideal de repartirlas entre los desposeídos de propiedad, crear una sociedad de pequeños y medianos propietarios, capaces de ser ciudadanos, para ser la base económica, política y social del país. Supuestamente esta mayoría de campesinos, bajo un espíritu de libre empresa individualista, impulsarían la agricultura de la cual se enriquecería el país, y de ahí saldrían los capitales para invertir en la industria. Mientras tanto, el comercio sería libre, para abaratar los productos y cubrir las necesidades de una sociedad paupérrima.

Los bienes de manos muertas eran propiedades hipotecadas por la Iglesia, quien había funcionado como prestamista de los terratenientes, rancheros, pequeños agricultores en la época virreinal, y de quienes tenían propiedades en las ciudades. Como la Iglesia tenía liquidez por los diezmos, limosnas y donativos que recibía, muchos propietarios le pedían prestado por un módico interés del cinco por ciento e hipotecaban sus propiedades como garantía. Muchas veces la gente no tenía dinero para pagar sus deudas, y sus bienes hipotecados pasaban a las manos de la Iglesia. A estas tierras se les denominaba bienes de manos muertas porque se creía que una vez que pasaban a la Iglesia, estas se espiritualizaban en manos de los representantes de D-os en la tierra, y ya no podían volver a venderse con fines comerciales. De aquí, que la Iglesia para el siglo XIX era una gran propietaria de bienes raíces estancados e imposibilitados a circular económicamente.

En la realidad histórica, este proyecto no pudo materializarse. La administración de 1833 y 1834 que trató de llevarlo a cabo por primera vez, cayó por su espíritu reformista anticlerical y, cuando se aplicó entre 1857 y 1861 bajo la Ley Lerdo o la ley de desamortización de los bienes del clero, no pudo repartirse la tierra para crear una sociedad de pequeños y medianos propietarios, debido a que los liberales en plena guerra civil contra los conservadores, necesitaban el apoyo social de los terratenientes, caciques regionales y de los militares que veían con buenos ojos y como garantía, apropiarse de las tierras corporativas del clero y las cofradías. Más adelante, durante el Porfiriato, entre 1888 y 1911, con la ley de deslindamiento y venta de los terrenos baldíos, se agredió a las propiedades de las comunidades indígenas, creándose un problema social que irrumpió en la Revolución Mexicana.

Para el proteccionismo económico, el desarrollo nacional podría conseguirse mediante una política de fomento gubernamental, que diese prebendas, subsidios y protegiera a las clases productoras del país. Las industrias incipientes para desarrollarse, necesitaban de restricciones o aranceles hacia los productos extranjeros que les competían. Los proteccionistas se fundamentaban en el hecho de que las naciones desarrolladas de su época, donde se habían originado las ideas liberales económicas, debían su desarrollo industrial a un sistema proteccionista cuando apenas iniciaban su incipiente manufactura.

Había que apoyar a la industria y a los artesanos para que el país se convirtiera en productor de artículos procesados de primera necesidad, y suntuarios a fin de dar empleo a las mayorías y crearles necesidades de consumo. La producción doméstica que necesitaba comprar maquinaria del extranjero, resultaba más cara que los productos extranjeros que eran de mejor calidad, por consiguiente, necesitaba de protección económica a base del cobro de aranceles.

De hecho, Lucas Alamán durante la administración de Jalapa en 1830, impulsó el Banco de Avío, para financiar la industria. Si bien, este banco fue un fracaso, debido a malas decisiones de inversión y a favoritismos personales en los préstamos, fue un intento de promover la industria. Los ingresos del banco provenían de los aranceles que se cobraban en las aduanas a los productos de importación.

El modelo proteccionista, basado en el fomento a la industria se enfrentó a la falta de una población mayoritaria sin el poder adquisitivo para comprar sus manufacturas. No solo eso. Fuera de una elite, en la sociedad mexicana decimonónica mayoritariamente pobre y poco ilustrada, no había la cultura y la necesidad de hacerse de productos suntuarios, fuera de los más básicos para sobrevivir, por lo que no había mucha gente que consumiera lo que se producía en el país a precios más caros.

Hoy día, no solo en México, sino en el mundo, la discusión entre cuál es la mejor corriente económica a implementar: el liberalismo económico o neoliberalismo y el proteccionismo o aislacionismo, sigue vigente; ambas tienen sus ventajas y sus desventajas, que conviene conocer, para saber cuáles son sus consecuencias socioeconómicas al implementarse. El siglo XIX fue la primera vez que se ensayaron en un escenario crítico del país en todos los ámbitos. Esta situación se agravó más cuando el país se tuvo que enfrentar a la Independencia de Texas en 1836 y a la Guerra contra Estados Unidos en 1846-1848 y no tenía dinero de dónde sacar para sostener esas guerras.

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